Según el artículo, los animales que han sabido convertirse en urbanitas son aquellos capaces de ajustar su comportamiento a los retos que supone la vida en al ciudad, como encontrar nuevas fuentes de alimento, evitar las molestias causadas por los humanos o comunicarse en ambientes ruidosos.
Daniel Sol, Oriol Lapiedra y César González, investigadores del CREAF y autores del trabajo, indican que la capacidad de ajustar el comportamiento a las alteraciones asociadas a la urbanización es una estrategia muy extendida que puede determinar la supervivencia de una especie en la ciudad.
"En muchos casos, estos ajustes reflejan flexibilidad de comportamiento porque algunos de estos cambios suceden rápidamente y a menudo implican aprendizaje. En otros, las diferencias en la forma de actuar entre los animales de las zonas urbanas y no urbanas pueden reflejar cambios evolutivos o significar que solo los individuos con los comportamientos apropiados han sido capaces de establecerse en la ciudad", señala el estudio.
Independientemente de su origen, la revisión destaca que estos cambios de comportamiento son esenciales para la supervivencia de los individuos, sobre todo en la fase de establecimiento en la ciudad.
Los animales urbanitas saben buscar nuevas fuentes de alimento, evitar molestias de los humanos y comunicarse pese al ruido
Diferentes soluciones adaptativas
Los cambios de comportamiento más comunes, según el estudio, se relacionan con la alimentación, la capacidad de comunicación y la relación con los humanos.En el primero de los casos, un gran número de estudios demuestran que los animales urbanitas cambian sus hábitos alimenticios, incorporando en su dieta alimentos asociados a la actividad humana (frutos de árboles ornamentales, basura, etc). Esto hace que muchas veces tengan tanta de comida al alcance que se conviertan en especies más sedentarias y aumenten su densidad hasta convertirse en plagas.
En cuanto a la presencia humana, aunque se han observado animales -como el coyote o el oso negro- que cambian el horario de actividad para evitar el contacto con humanos, muchos otros han perdido el miedo a los humanos.
Es el caso de las palomas, que dependen en gran medida de la comida que les dan las personas voluntariamente y que no sólo no tienen los tienen miedo sino que incluso aprenden a reconocer aquellas personas que les dan de comer, o del mirlo, que ha acortado la distancia de fuga para poder realizar sus actividades sin ser perturbado por las personas, destaca el estudio.
El ruido de las ciudades también han provocado que los animales urbanitas hayan modificado la forma de comunicarse. En las ciudades, por ejemplo, algunos pájaros aumentan la frecuencia de su canto y su duración para evitar que el sonido interfiera con el ruido, que suele ser de frecuencia baja.
Los investigadores también subrayanlas nuevas habilidades de algunos animales para aprovechar la contaminación lumínica de las ciudades. El mejor ejemplo son los murciélagos y algunos pájaros, que se han especializado en comer los insectos que se acumulan bajo las luces por las noches. En otros casos se ha observado que otros pájaros cantan a destiempo por culpa de la luz artificial.
Estos resultados tienen implicaciones importantes para la conservación, ya que la urbanización es una de las principales causas de pérdida de biodiversidad. "Dado que se espera que el proceso de urbanización continuará amenazando la diversidad biológica en un futuro cercano, hay una cierta urgencia a mejorar nuestra comprensión de los mecanismos de comportamiento que ayudan a los animales a hacer frente a estas alteraciones ambientales", advierte Daniel Sol, investigador del CSIC en el CREAF.
Referencia bibliográfica:
D Sol, O Lapiedra, C Gonzalez-Lagos. "Behavioural adjustments for a life in the city". Animal Behaviour 85 (2013) 1101–1112