Por Agustin López Munguía[i]
Mucho se ha escrito y cuestionado sobre el artículo de Eric Séralini y sus colaboradores publicado recientemente en la revista Food and Chemical Toxicology, en el que se muestran daños orgánicos y tumores en experimentos multipropósito realizados con ratas alimentadas con una variedad de maíz transgénico, con un herbicida y con una mezcla de ambos.
De hecho la Autoridad Europea de Seguridad de los Alimentos (EFSA) declaró insuficiente el estudio sobre la toxicidad de los organismos genéticamente modificados (OGM) de Seralini y col.
A pesar de esto, por la contribución que este artículo ha tenido a la desconfianza del público en los OGMs es pertinente hacer algunas aclaraciones y analizar propuestas.
Primeramente conviene revisar los principales señalamientos al artículo de marras, entre las que destaca la falta de controles, y el que no se proporcionen datos claros sobre los controles que si se efectuaron.
Dado que se analiza y compara simultáneamente el efecto de una dieta con maíz GM, de la dieta con herbicida y de la dieta con ambos, tanto en hembras como en machos y a largo plazo, el número y tamaño de controles es clave para validar las conclusiones.
Más crítico es este punto si por razones -no aclaradas en el artículo- se emplea en el experimento una variedad de ratas (Sprague-Dawley) que suele desarrollar tumores mamarios, aun en el caso de dietas ricas y particularmente cuando se alimentan en exceso.
Como era entonces de esperar, los tumores aparecen tanto en las dietas con maíz GM, como también en las ratas control que consumen maíz sin modificar.
Es entonces que se introduce otro elemento criticado, que es el uso de una estadística compleja (no paramétrica), para demostrar que aunque todas las ratas enferman, es “más probable” que enfermen las que consumen maíz OGM o beben herbicida que las que comen maíz no modificado.
De esto surgen obvias dudas como: ¿por qué no haber usado un control de ratas con una dieta alterna o de plano, otra variedad de ratas?
Dado que las ratas control también enferman (aunque sea en un porcentaje menor), surge la duda de si habrá un riesgo en el consumo de maíz aunque no sea modificado genéticamente.
Los autores no encuentran -ni en los experimentos con maíz MG ni con el herbicida- una relación entre ‘dosis’ y nivel de ‘daño’; dicho de otra manera: “entre más se consume un tóxico, más rápido o más intensamente debería aparecer el daño”
Argumentan entonces que la mínima dosis que emplearon ya era un exceso.
En estos casos, se impone un nuevo experimento con una dosis menor, con el fin de verificar que existe un efecto dosis-respuesta y no, como se puede sospechar, que las ratas pueden estar enfermando por otra causa que los autores no detectan pero que afecta por igual a todas las ratas, tanto a las que comen maíz OGM y beben herbicida, como también a algunas ratas dentro del control que se alimenta con maíz sin modificar.
Quien no ha leído el artículo no sabe que ambos maíces (modificado y no modificado) se cultivaron conjuntamente en Canadá y no bajo la vigilancia y selección de los investigadores.
Hay que recordar también que esta reportado en múltiples instancias regulatorias que la dosis letal media del herbicida (glifosato) en ratas es de 4.32g/Kg de peso en ratas.
Pero quizás una de las críticas más severas tiene que ver con el hecho de que los autores concluyan que daños en las ratas ocasionados por una modificación genética en el maíz, sean similares a los que le ocurren por beber el herbicida.
Los autores no intentan dar una explicación a una conclusión que resulta complejo aceptar desde el punto de vista fisiológico.
La publicación no sería sino una más dentro del esfuerzo de grupos científicos por demostrar la inocuidad (o el riesgo) de consumir determinado producto, si no fuera por la forma en la que los medios han amplificado los resultados, y peor aún, la generalización al impacto en la salud del consumo de OGMs.
En las revistas científicas es común encontrar reportes sobre toxicidad de alimentos.
Por ejemplo, el que investigadores españoles hayan reportado el año pasado una nueva proteína alergénica en la cáscara de tomate (Food Chemistry 127, 638-640, 2011) no ha asustado a nadie en el mundo.
Por otro lado, el sector salud y la industria reaccionaron rápidamente a evidencias contundentes de la investigación científica sobre el impacto de los ácidos grasos trans en la salud arterial, o como sucede actualmente, ante el descubrimiento de la formación de acrilamida en los productos fritos, particularmente el pan o las papas.
Sin embargo, en esta ocasión la intención parece apuntar más lejos que la búsqueda de la seguridad alimentaria.
Y es que Séralini y sus colaboradores publican en una revista dirigida a un público científico experto en toxicología (Food and Chemical Toxicology) fotografías de ratas con tumores y señaladas como alimentadas con maíz OGM, con maíz OGM y herbicida o solo con herbicida.
Las fotografías deben parecer comunes para un toxicólogo, pero sin duda alguna resultan impactantes por no decir aterradoras para un lector no docto.
Son estas fotografías las que recoge la prensa, sin importar que no se muestren fotografías de las ratas control también con tumores.
Bajo el título de “OGM le scandale” (OGM un escándalo) seguido de: “Exclusif: Oui, les OGM sont des poisons” (Exclusiva: Sí, los OGM son veneno), la revista “Le Nouvel Observateur” por ejemplo toma la noticia y la lanza al mundo.
Así, en México, donde el debate sobre el maíz OGM es un tema extremadamente sensible, la noticia –en principio especulativa, cuestionada y muy lejos de ser contundente- adquiere en algunos medios un carácter de hecho consumado, generalizado a los OGMs en su conjunto.
En general, disminuir el uso de agroquímicos es una necesidad que siempre ha señalado el Comité de Biotecnología de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), y es incluso una línea de investigación de la Biotecnología Moderna aplicada a la Agricultura de muchas instituciones públicas y privadas.
Desde luego que toca a la empresa responsable del maíz en cuestión (NK 603) el salir en su defensa y demostrar la inocuidad del herbicida, y advertir de los riesgos de dosis que ciertamente se han incrementado ante el éxito del cultivo de la soya particularmente en Argentina y Brasil.
De hecho por ya mucho más de 10 años, millones de animales en la Unión Europea y desde luego en los Estados Unidos han sido alimentados con soya resistente a herbicidas al igual que con maíz.
¿Cómo es posible que hasta ahora no se haya producido ni reportado incidente epidemiológico alguno en toda Europa dado por un lado este régimen alimenticio y por el otro el seguimiento tan riguroso de los OGMs?
Pero en realidad el problema ético central para biólogos y biotecnólogos es regresar el debate a la racionalidad e impedir que la sociedad adquiera una visión artificial del impacto que las modificaciones genéticas puedan tener en la salud.
A este fin ha dedicado muchos esfuerzos el Comité de Biotecnología de la AMC, incluido el apoyo a las instancias regulatorias en la elaboración de leyes y reglamentos, destacando la publicación reciente de un texto disponible para el público en general (se puede ver en la página web de la Academia).
Y es que no podemos dejar de lado el hecho de que detrás del trabajo del grupo de Seralini y col., y de buena parte de las críticas nacionales, se encuentra el hecho de que sea una empresa multinacional la que se encuentra detrás de este desarrollo.
Por esta misma razón al Comité le preocupa lo que se argumentará en contra de los maíces resistentes a sequía que actualmente desarrolla el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav); o más aún, el aprovechamiento rápido y eficiente de la riqueza genética de nuestros maíces criollos para desarrollar nuevas semillas resistentes al cambio climático y a las limitaciones de agua.
Ante una postura adversa a priori de la opinión pública resultado del manejo de información como la de Séralini y sus colaboradores ¿Cuál será la opción para lidiar –desde el terreno científico y tecnológico- con la grave problemática agrícola que enfrenta el planeta?
De manera más concreta: ¿qué se dirá a los productores de frijol cuando en el corto plazo soliciten permisos para el sembrar frijol OGM resistente al virus del mosaico dorado recientemente aprobado en Brasil y desarrollado por la empresa estatal Embrapa?
Conviene señalar que casi el 80% de los productores en Brasil son pequeños productores y las pérdidas por la plaga –al igual que en México- son millonarias.
Otro ejemplo de esta situación se vive ya en el sur del país: la siembra de soya GM se cuestiona ante la posibilidad –no de tumores ni enfermedades- sino de que polen pudiera llegar a la miel que se produce para el selecto mercado alemán.
Me queda claro que la respuesta no es sencilla, pero las bases para su análisis y discusión están viciadas de origen o ¿cuándo empezaremos los mexicanos a pagar un sobre precio por los maíces criollos que siembran nuestros campesinos en el sur del país?
Es por lo antes expuesto que ante este “escándalo” mediático destaca positivamente la racionalidad con la que comunidad científica francesa invita a discutir el tema en un desplegado disponible en la página del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS) ( www.cnrs.fr/fr/une/actus/2012/20120927-debat-ogm.html ) y dado a conocer entre otros medios por el periódico Liberation el pasado 2 de octubre en una nota firmada por Sylvestre Huet.
Es evidente que un debate similar debe darse en nuestra Academia.
En el texto se sugiere financiar al grupo de Seralini y colaboradores con fondos suficientes para confirmar sus observaciones, pero condicionado al seguimiento completo y riguroso de los estándares de investigación que impone l'Agence Nationale de Sécurité Sanitaire de l'alimentation et de l'environnement.
Aunque utópica, por los intereses en juego, se trata de una decisión Salomónica: dar recursos al grupo de Séralini, condicionados a que atienda las críticas experimentales a las que fue sujeta su publicación, incluyendo expertos en las áreas que no maneja.
Pareciera -como señala Liberation-, que los más de un centenar de biólogos que firman el desplegado están convencidos que una vez corregidas los defectos experimentales del estudio, las evidencias desaparecerán.
Es Salomónica ante un dialogo de sordos en el que, de acuerdo nuevamente con Liberation, unos aplauden la cruzada de Séralini que “al parecer golpea a una multinacional o a un modelo de agricultura moderna que no respeta la vida humana” mientras que los otros se indignan por la forma en la que la opinión publica francesa (e internacional) es manipulada, pasando por un desprecio a las reglas de la ciencia y de su comunicación con el público.
¿Qué hacer? Sentarse y discutir.
Es inaceptable definir las urgentes y necesarias políticas en aspectos de seguridad alimentaria teniendo una sociedad desinformada y temerosa de los impactos que las nuevas tecnologías en la salud.
Como bien señalan los biólogos franceses, en nuestra calidad de científicos responsables debemos analizar el ¿cómo? y ¿en qué condiciones? emplear la biotecnología moderna; es este el debate que requerimos y al que debe convocar nuevamente la AMC.
Debemos dejar la oposición estéril, con frecuencia ideológica y deliberadamente estigmatizante.
Nota de la redacción. El título original de este artículo es: Algunas reflexiones relativas a los resultados de Séralini y colaboradores sobre daños por maíz transgénico.
[i] Investigador del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias
[i] Investigador del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias